La Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) define a la violencia como “toda forma de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual, mientras el niño se encuentre bajo la custodia de los padres, de un representante legal o de cualquier otra persona que lo tenga a su cargo (Art. 19). El maltrato infantil es una forma de violencia contra niñas, niños y adolescentes (en adelante, niños).
En sus distintas formas, la violencia hace mucho daño a los niños y representa una de las vulneraciones más grandes a sus derechos, sobre todo cuando es cometida por sus padres o adultos a cargo.
Aunque los Derechos Humanos incluyen la protección de la vida, la dignidad y la seguridad de todas las personas, existen ciertos grupos sociales particularmente vulnerables. Los niños y adolescentes están entre ellos porque su proceso de crecimiento y desarrollo depende, en buena medida, de las condiciones del entorno y de la protección de los adultos.
La violencia hacia los niños es uno de los problemas más graves que padecen nuestras sociedades actuales. Puede ocurrir en diferentes ámbitos: sus hogares, las escuelas, ámbitos de protección, de salud, en las calles, lugares de trabajo, establecimientos penitenciarios y diferentes ámbitos recreativos y comunitarios.
Diferentes estudios confirman que la violencia existe en todos los países del mundo, independientemente de las culturas, clases sociales, niveles educativos, ingresos y origen étnico.
En contra de las obligaciones que exigen los derechos humanos y las necesidades de desarrollo de los niños, en todas las regiones la violencia contra los niños está socialmente consentida, frecuentemente es legal y está autorizada por el Estado.
En muchas ocasiones, se usan métodos violentos en la educación de los niños porque se repiten modelos de crianza que los adultos a cargo vivieron durante su infancia. Si estos fueron criados con violencia, les resulta “normal” y no identifican alternativas distintas a la hora de poner límites. Además, las situaciones de estrés contribuyen, en gran medida, a desencadenar episodios de violencia, en quienes se vuelvan, es vuelcan las frustraciones y fracasos de los adultos. Así aparecen justificaciones tales como: te pego porque te quiero, mis padres me pegaron y crecí bien, una paliza a tiempo es buena educación, entre muchas otras…..
La violencia contra los niños adopta diferentes formas: violencia física, que va desde leve (cachetadas, tirones de orejas, zamarreos, palmadas, tirar del pelo) a graves (golpes con manos o puños, mordiscos, amenazas con armas o uso de cuchillos para lastimar, pegar patadas, quemar con agua caliente o cigarrillos, castigos corporales, azotes).
Viiolencia sexual (abuso sexual, violación, incitación de menores de edad a realizar prácticas sexuales inadecuadas para su edad) o violencia psicológica (gritos, insultos o burlas frente a terceros, no dirigirle la palabra por un periodo largo, amenazas de golpes, lanzar al niño algún objeto o encerrarlo).
La desatención deliberada, castigos crueles y humillantes, trabajo infantil o conducir a los niños hacia la mendicidad y el abandono también son formas de violencia. Si bien adoptan diferentes grados, en los casos más graves las situaciones de violencia pueden producir la muerte.
Cualquier adulto (familiar, vecino, conocido, escuela, profesional interviniente, miembro de la comunidad) que tome conocimiento o sospeche de cualquier forma de maltrato que pueda estar sufriendo un niño debe comunicarlo a las autoridades locales de aplicación de las leyes o a los diferentes organismos de protección.
El Estado por su parte, debe garantizar programas gratuitos de asistencia y atención integral a los niños víctimas de diferentes formas de maltrato.
Los medios de comunicación pueden ser muy eficaces a la hora de cuestionar actitudes que condonan la violencia y fomentar conductas y prácticas más protectoras.
Gran parte de la violencia contra los niños, desafortunadamente, se oculta ante los demás y a su vez, es tolerada. Solo una pequeña parte es denunciada a la justicia e investigada por los órganos competentes, y pocos agresores son procesados. Mucha de la violencia doméstica se esconde o no se informa por vergüenza, miedo, por considerar erróneamente que es del ámbito privado o porque está naturalizada por la sociedad. Sin embargo la violencia contra los niños no es un asunto privado y es necesario llevarla a la atención del público.
Fuentes consultadas: