Voces Familiares

Relatos en primera persona - Testimonio de una familia que toma la decisión de realizar un Acogimiento Familiar

Relato de una familia acompañando el egreso del niño al cual cuidaban, duelando su partida pero también pudiendo resignificar el motivo por el cual habían decidido embarcarse en este proyecto.
El fin del acogimiento, en este caso, fue el pasaje del niño hacia su familia adoptiva.

Hoy amanecí melancólica, con una sensibilidad distinta a flor de piel, seguramente duelando la partida de Tomi y a la vez con sentimientos encontrados de calma y felicidad.

Una etapa muy significativa ha llegado a su fin, esa que le dará la posibilidad a este niño, de vivir por fin, en un hogar con la protección, confort, seguridad y estabilidad permanente que merece.

Agradezco profundamente que Tomi y sus hermanos hayan tenido la posibilidad de ser adoptados. No todos lo logran, no todos pueden salir de ambientes tóxicos y tener mejores oportunidades. No todos cuentan con el apoyo incondicional de una institución (en este caso Ieladeinu) y de familias que los cobijen con amor. No siempre los hermanos vuelven a vivir en un mismo techo. Siento mucha paz y esperanza por todo esto.

Estoy feliz por algo muy simple y es que por fin puedan decir “mi mamá y mi papá”, palabras que les fueron restringidas durante un largo período de su vida y aunque al principio no tengan la suficiente carga emocional que ellas conllevan, comiencen a apropiárselas y a creer que el milagro de tener su propia familia es posible.

Siento alivio también, debo reconocerlo, porque la mochila que llevaba en mi espalda, poco a poco comienza a aflojarse y pueda nuevamente retomar mi camino personal de autoconocimiento y bienestar.

Siento inmenso agradecimiento por todo el apoyo que hemos recibido en estos dos largos años. Familia y amigos que se han convertido en familia, que se han involucrado con ayuda concreta o con mensajes de buenos deseos. Gente que en este camino nos ha cuidado y acompañado con el corazón, interesándose por la vida de Tomi y por la nuestra.

Agradezco profundamente a mi familia, hubiese sido imposible llevar a cabo esta tarea sin el compromiso, la tolerancia, el amor y la dedicación que cada uno puso. En un principio, para ayudarlo en su recuperación física y emocional y luego para ser protagonistas de todos sus avances y aprendizajes.

Lo hemos visto dar sus primeros pasos, luego caminar con soltura, para después salir a la carrera con sus cortas piernitas, con nosotros dijo sus primeras palabras, luego oraciones y frases llenas de afirmaciones y preguntas. Aprendió a tomar del vaso desde muy chiquito diciéndoles rápidamente chau a mamaderas y sorbetes, también a comer con tenedor y cuchara con absoluta independencia.

Con su destreza llegó a hacer uso de todos los vehículos inimaginables para su edad: caminador, moto, triciclo, monopatín y muy pronto aprendió a pedalear en su hermosa bicicleta roja, regalo de su cumpleaños número tres. Siempre aparecieron muchas sorpresas y presentes para alegrarle la vida y continuar estimulándolo. Los libros de cuentos constantemente estuvieron cerca suyo para que su imaginación vuele muy alto. Tenía sus preferidos y noche a noche volvíamos a sumergirnos en sus historias.

Tomas le dijo chau a sus pañales de día y de noche y tuvimos la suerte de poder presenciarlo también. Este pequeño hombrecito ha sido un ejemplo de superación, independencia y resiliencia.

En esta historia no fue sólo Tomi el que ha evolucionado, es inconmesurable cuánto nos ha bendecido su estadía y cuántos nuevos aprendizajes hemos adquirido: dejarlo ser y hacer a su tiempo y ritmo, volvernos más flexibles acompañándolo en sus momentos más duros. Volvimos a jugar en el piso, a reírnos mucho más de lo que lo hacíamos, a cantar todas las canciones infantiles que un día quedaron en un rincón de la memoria cuando nuestros hijos crecieron y tanto, tanto más…

Hoy me siento nostálgica, porque lo extraño, porque quiero abrazarlo, estar cerca, verlo cada día aunque sea un ratito y reafirmarle que lo amo, que no lo abandoné, que siempre va a estar en mi corazón y yo estaré siguiendo de cerca sus pasos aunque sea a la distancia.

Soltar, sé que es lo que él necesita para apegarse a su nueva familia, siempre tuve claro que él es el protagonista de esta historia y primero están sus necesidades antes que mis emociones. También sé que es cuestión de tiempo, sabemos que aquel todo lo sana y que nada dura para siempre.

Pienso mucho que pasará dentro de su cabecita, al menos en estos primeros momentos: debe extrañar “su casita” como él la llamaba a la nuestra, su lugar para jugar y dormir, nuestras rutinas, acostarse en la cama en el medio de Juan y mío y abrazarnos antes de ir a dormirse.

Como me dijo su amorosa maestra, no debo anclarme en pensamientos negativos acerca de lo que tomas puede estar sintiendo porque son más mis emociones que la realidad misma. Seguramente el estar con sus hermanos y su nueva familia haga que tenga menos momentos de angustia de las que me imagino.

Me permito estar así también, sé que es normal sentir lo que siento. Dos años en la vida de un niño de tres, es mucho tiempo. Hemos entregado el cuerpo y el alma para criarlo, le hemos brindado el mismo amor, valores y educación que a nuestros hijos, con la experiencia que nuestra edad nos confiere.

Para terminar este pequeño relato de lo vivido, con una sonrisa en los labios, me digo “MISIÓN CUMPLIDA” sabiendo que esta historia no ha terminado sino que comienza con un nuevo formato.

Familia de Acogimiento (Programa Ieladeinu)

 
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