Por Clarita Dawidowski, nuestra querida voluntaria
Toqué la antigua puerta y bajó corriendo un nene de más o menos 8 años y con kipá, que me recibió con alegría y me ayudó a subir la valija.
La escalera de mármol es casi señorial y arriba me esperan otros nenes, ya casi adolescentes. Nos presentamos: nombró al más pequeño y al más grande mis secretarios, para que me ayudan a preparar la clase: abren la valija y sacan las pinturas, bandejas, platos y vasitos…
De pronto, aparecen más nenes bien arreglados, bien peinados… ¡Están esperando a las nenas!
Y por fin, llegan ellas: la más pequeña con solo tres añitos, van pasando por todas las edades hasta las más grandes que cuidan a algunos que sos sus hermanos biológicos y a otros que son sus hermanos de la vida. Algunos no hablan, se ve el susto y la historia en sus gestos…
Y mientras la valija se despliega, también lo hacen el entusiasmo, la alegría, los deseos de compartir… Y todos pintan con dedicación, los pequeños con los BUBALES, terminando con los deditos llenos de colores y pegando abejitas y rimonim. Los mayores pintan con devoción y gran prolijidad las letras en HEBREO: ¡¡SHANA TOVA!! Y las decoran con dorado (LETRAS DE ORO).
Al final y como recompensa, reparto figuras de animalitos, leones, elefantes, peces y pájaros (preludio del ARCA DE NOAH).
En el mientras tanto, recorro y ayudo a cada uno, y cada uno va logrando expresarse en su pintura: todos distintos pero iguales…
Antes de despedirme, el más grande me cuenta que tiene una sorpresa para mi: se va y vuelve con un SHOFAR y a una seña de la coordinadora, todos se ponen de pie con respeto y emoción, y él se para en una silla y toca el SHOFAR fuerte fuerte, con la fuerza de la fe y la esperanza de un mundo mejor para todos los iehudim lekulam, y en especial para él y todos sus hermanos de la vida.
¡SHANÁ TOVA!