A lo largo de la historia, han habido numerosos y distintos objetos de consumo cultural que se han ofrecido para que estén al alcance de las personas. Representaciones teatrales, circo, radio, tv y, más recientemente, juegos electrónicos, computadoras celulares y tablets. Cada uno de estos objetos, con sus características propias, establece formas de vinculación, maneras de relacionarnos con cada uno de esos dispositivos y, al mismo tiempo, inciden en el modo en que nos vinculamos entre nosotros.
Desde hace varios siglos, uno de estos objetos ocupa un lugar central en nuestra cultura: el libro. Objeto especial que, a pesar del paso del tiempo y los cambios tecnológicos, todavía guarda en muchos de nosotros un lugar privilegiado. Sin embargo, en la actualidad vemos como para muchos niños y jóvenes el libro ha perdido valor frente a la variada serie de objetos electrónicos que tienen a su alcance. Resulta inútil e infructuoso lamentarse por esta realidad. La mera queja nostálgica nos deja a salvo del problema, pero nos deja afuera de intentar ser parte de la solución.
En nuestro trabajo cotidiano, intentamos darle al libro un lugar de privilegio. Lo convertimos en una herramienta para conectarnos, escucharnos y compartir historias. Sabemos que alguien comienza a formarse como lector en sus primeros años contituye, desde entonces, una relación afectiva con la lectura. Cuando cantamos canciones o contamos cuentos, buscamos favorecer que los niños puedan interactuar a través del juego con los libros, que los conozcan y los integren a su experiencia vital.
En este intento es cuando nos solemos encontrar con que los niños pueden no tener la iniciativa individual oi instintiva de acercarse a un libro y pasar tiempo leyendo. Por eso, es necesario convocarlos activamente a la lectura y a congregarse. Puede ser en cualquier momento, durante el almuerzo, en una plaza, en pequeños grupos.
En nuestra experiencia, no importa tanto el cuándo ni el dónde. Con el tiempo, nos hemos dado cuenta de que lo que siempre termina siendo determinante es el cómo. Lo que hace diferencia es poder transmitir a los demás aquello que el libro nos genera y aquello que el libro es para nosotros. A partir de esto, encontramos en cada uno de los que nos reunimos alrededor de un libro un afán por conectarnos con los demás y con uno mismo a través de las historias y las palabras que vamos compartiendo.